Juan J. Molina

Juan J. Molina
Juan J. Molina

martes, 22 de junio de 2010

La religión como productora de violencia (II)



»Religious differences tend to rationalize and to pump up the intensity of dislikes that might begin with ethnic, economic, or other differences.«
Edward Langerak (1997)
Existe una escuela de pensamiento que establece una necesaria relación entre la religión y la violencia. Este enfoque sostiene que la religión per se, específicamente en su forma monoteísta, conduce forzosamente a la intolerancia, a los conflictos y a la violencia. Empíricamente, se apoya en el hecho de que la mayor parte de nuestra historia está marcada por conflictos y guerras provocadas por diferencias religiosas. Los partidarios de este enfoque también señalan la tendencia humana general, observada a lo largo de la historia, a sospechar y desdeñar las diferencias, y sostienen que dicha tendencia se maximiza con la religión, »dado que las diferencias religiosas tienden a racionalizar y aumentar la intensidad de las antipatías que pueden comenzar con las diferencias étnicas, económicas o de cualquier otra clase« (Langerak 1997, 514). Esas intensas antipatías, afirman, terminan expresándose de vez en cuando en conflictos, violencia e incluso guerras.
Pero Langerak expone, a diferencia de lo que sugieren algunos críticos, que la religión no constituye un caldo de cultivo natural para la violencia, ni en su forma politeísta ni en la monoteísta. Langerak afirma:
Cuando los seres humanos pensábamos que los dioses eran locales y sus preocupaciones abarcaban solo la provincia, podíamos jurarles lealtad sin insistir en que el resto del mundo lo hiciera también. Por eso el politeísmo era compatible con la tolerancia religiosa o, por el mismo motivo, la indiferencia hacia la creencia del otro. (Ibid.)
Por eso, al politeísmo le resulta sencillo ser tolerante con los dioses de otros pueblos, y podemos comprender el porqué sin dificultad. Sin embargo, podría parecer que el monoteísmo, que solo acepta un único Dios, conducirá naturalmente a la intolerancia y, por lo tanto, a la violencia. Esta suposición, sin embargo, es errónea porque, como afirma Langerak, »Incluso aquellos pueblos que pensaban que su Dios era el más poderoso, el único Dios verdadero entre muchos dioses y un Dios celoso, no pedían a los extranjeros que estuvieran de acuerdo.« (Ibid.) Los judíos, por ejemplo, consideraban que Yahvé era el único Dios verdadero; se sentían orgullosos de ser el pueblo elegido por Dios y se compadecían de los que no gozaban de ese privilegio, pero no les pedían que lo adoraran. De ese modo, incluso el monoteísmo con sus implicaciones universales, puede evitar el enfrentamiento con los ateos, o con los que adoran a otros dioses.

Augustine Perumalil

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2 comentarios:

  1. Sincera y honradamente creo, como miembro de la Hermandad de Lo Obvio que soy -y la Historia lo demuestra y confirma- que del "hombre" parte la violencia...Religiones, doctrinas políticas, clubes de pensamiento y logias varias, quedan arropadas bajo la túnica con que disfrazamos y disimulamos actos, lenguajes, odios, crímenes, y ese largo etcétera que rebasa la longitud del rollo standard de papel higiénico en el que hemos soñado rellenar alguna vez con deposiciones perecederas. Somos tan malditamente cínicos que encubrimos nuestras intenciones bajo marcas y subterfugios que pretendemos exculpatorios: Religiones, doctrinas políticas, etc. Así, ad nauseam.
    No acusemos o denunciemos a la secta de turno; denunciemos al "hombre". Es el HOMBRE el que, para subsistir, ejerce la violencia.
    El asunto a solventar es cómo reconducirnos...,lo que nos lleva nuevamente a desgustar de esa fuente de pescadillas que se muerden la cola.
    Lo demás es folklore..., palillo y flor de malva.

    (Spitfire).

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  2. "...a DEGUSTAR de esa fuente de...".
    (Fe, esperanza y caridad de erratas).

    (Spitfire)

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