Juan J. Molina

Juan J. Molina
Juan J. Molina

viernes, 28 de mayo de 2010

DEMOCRACIA Y CUBA


La Responsabilidad Social

A nuestro modo de ver son muchos los que esperan que otros hagan, pero son muy pocos los que están dispuestos a hacer lo que creen que deben hacer, y en nuestra opinión este es el más grave problema del camino cubano.
Mucho se habla de libertad. Se debería hablar y vivir más la otra cara de la libertad que es la responsabilidad. Nadie puede definirse como persona si no es responsable de su vida, de sus actos, responsable de su historia.
El Papa Juan Pablo II en su histórica visita a Cuba en el año 1998, habló nada menos que doce veces de la responsabilidad. Nos dijo “No esperen que todo les venga dado…huyendo del compromiso y de la responsabilidad para refugiarse en un mundo falso cuya base es la alienación y el desarraigo…No busquen fuera lo que pueden encontrar dentro. No esperen de los otros lo que ustedes son capaces de ser y hacer. No dejen para mañana el construir una sociedad nueva donde los sueños más nobles no se frustren donde ustedes puedan ser los protagonistas de su historia…Porque el futuro de Cuba depende de ustedes, de cómo formen su carácter, de cómo vivan su voluntad de compromiso en la transformación de la realidad, les digo: !Afronten con fortaleza y templanza, con justicia y prudencia los grandes desafíos del momento presente…!. No olviden que la responsabilidad forma parte de la libertad, más aún, la persona se define principalmente por su responsabilidad hacía los demás y ante la historia”.
El construir esa sociedad nueva de la que nos habló el Papa y que muchos hoy en Cuba deseamos se hace paso a paso: esa es la gradualidad. No se puede hacer solo, por eso será imposible si el Señor de la historia no encuentra cubanos que estén dispuestos a asumir el reto, porque sin personas responsables no hay proyecto viable.
Para lograr los cambios que muchos hoy desean en Cuba, es necesario, la responsabilidad personal porque sin responsabilidad personal no se pueden alcanzar las legítimas aspiraciones y deseos y siempre se echarán sobre otros las culpas y seguiremos colocando fuera de nuestras conciencias y fuera de nuestro país los porque de las cosas que pasan.
Debemos decirlo con todo respeto, si cada uno de nosotros no abre su mente, no abre su conciencia y dice lo que piensa; si cada uno de los cubanos no comienza a abrir un pequeño espacio de libertad en su ambiente, en su centro de trabajo, en su escuela, en su barrio, nada cambiará para mejor, o vendrán algunos cambios que nos diseñen, nos preparen y nos impongan otros. Es decir será un proyecto hecho desde la altura o desde la lejanía.
Vivir la responsabilidad social hoy en Cuba debe disponernos a reflexionar sobre la urgente necesidad de asumir, como propia y cotidiana, la intención, el lenguaje, la actitud y los hechos del diálogo y la negociación como única salida ética a los conflictos propios de la vida económica, social y política de los cubanos.
Todos los cubanos y cubanas, en los condiciones actuales debemos cultivar el lenguaje del diálogo, que no es lenguaje ladino, ni palabra hueca, ni disimulo de la mentira, ni complicidad con la injusticia, ni discrepar atacando a las personas y no discutiendo sus ideas, es optar por la participación efectiva, eficaz, plural, transparente, tolerante y cotidiana. Unas veces siendo participación de apoyo y otras como participación discrepante, pero siempre con la misma validez y respeto.
Pero no basta solamente con el lenguaje de diálogo, es necesario las actitudes de diálogo que es dejar algo de lo nuestro para dar cabida a algo de lo otro, que es dar y recibir, es ceder y aceptar.
Este es el camino si queremos que Cuba sea un país normal, es decir, que no esconda la diversidad que le es esencial, ni ignore la pluralidad de opciones políticas o religiosas que le es lógica, ni quiera descalificar a los opositores. Es hora ya de terminar en Cuba con la idea de que es un país dividido en buenos y malos, en trigo y cizaña, cosa que ni el mismo Cristo quiso separar con tal dicotomía absurda.
Es necesario y urgente hoy en Cuba, un clima de serenidad, responsabilidad y madurez que facilite la busca de consensos y de unidad que respete e incluya la diversidad, que busque la verdad sin odios, la justicia sin ensañamiento y la reconciliación sin urgar en las cicatrices.
Hoy en Cuba el camino de la responsabilidad social es pasar de la confrontación a la cultura del consenso y para ello es necesario estar dispuesto a ceder y a tolerar, a aceptar que los demás son diversos y no querer “convertirlos” a la fuerza o bajo presiones o bajo intimidaciones directas o sutiles, es necesario no creerse poseedor de toda la verdad, ni de toda la bondad, ni de toda la voluntad necesarias para lograr los cambios. El verdadero cambio es a ritmo de pequeños consensos, de buscar lo que nos une, de no excluir a nadie. Quien no cede, termina ejerciendo la violencia para que sean los otros los que cedan.
La confrontación es un signo de la cultura de la muerte. La confrontación cansa, agota, divide, estorba para tener una visión positiva de la vida. La gente sufre con la confrontación y el alma de los pueblos se empobrece con ella. El camino de la responsabilidad nunca es la confrontación. Cultivemos la mística cordial y reconciliadora que destierre de todo cubano, la violencia verbal o física, personal o masiva, porque eso es el efecto de una situación en que se quiebran las fronteras de la razón, el diálogo y las más elementales normas de convivencia.
De “responder” viene la palabra responsabilidad. Esperemos que no falte la responsabilidad personal de aquellos cubanos y cubanas que hayan recibido la vocación de compromiso con los demás cubanos y con nuestra historia. El futuro próspero, feliz y democrático de Cuba dependerá de las actitudes y decisiones que tomemos cada uno de los ciudadanos.

BOLETÍN VITRAL, No. 397 Año 10. 27 de abril de 2010

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