“El capitalismo empresarial saca a más gente de la pobreza que la ayuda externa”. Esa declaración no vino de un líder del Tea Party o de un republicano en el Congreso, sino del cantante Bono, una celebridad que hace activismo a nivel mundial en contra de lapobreza y lo dijo en un evento de la Iniciativa de Empresa Social Global de Georgetown el año pasado.
Conforme llegamos al segundo aniversario del movimiento Occupy Wall Street (OWS) esta semana, vale la pena recordar qué tanta razón tiene Bono y qué tan profundamente equivocado está el movimiento OWS, en su esencia anti-capitalista.
OWS si tuvo razón cuando criticó el capitalismo de compadres que ayudó a precipitar la crisis económica de 2008 y la recesión que siguió después. Pero esa alianza malsana de las grandes empresas con un estado interventor, un lío de regulaciones, garantías, y rescates, nada tienen que ver con los mercados libres y el capitalismo empresarial.
OWS fue y sigue siendo hostil a la idea del capitalismo por sí sola. “El capitalismo es tiránico, explotador y deshumanizante; es intolerable…El Capitalismo es el problema”, proclama el principal sitio Web del movimiento OWS.
Aún así el capitalismo ha hecho más para dar poder a la gente y elevar su calidad de vida que cualquier otra fuerza en la historia.
A lo largo de gran parte de la historia de la humanidad, casi toda la población vivía en la pobreza. Incluso nuestros ancestros más ricos gozaban de una calidad de vida inferior a aquella de los estadounidenses comunes y corrientes hoy. No fue sino hasta el principio del siglo diecinueve que las masas empezaron a gozar de una prosperidad real y creciente.
¿Qué marcó la diferencia? El capitalismo y su retoño, la Revolución Industrial. Como explica Charles Murray, “donde sea que eventualmente se afianzó el capitalismo, la riqueza nacional empezó a aumentar y la pobreza empezó a caer. En donde sea que el capitalismo no imperó, la gente permaneció pobre. Donde sea que el capitalismo ha sido rechazado desde ese entonces, la pobreza ha aumentado”.
La transformación ocurrió primero en Occidente, que adoptó más rápidamente al capitalismo, pero se está esparciendo ahora al resto del mundo. Durante los últimos 20 años, por ejemplo, el capitalismo ha sacado de la pobreza a más de mil millones de personas alrededor del mundo, mientras que la proporción de personas en países en vías de desarrollo que viven con menos de $1,25 al día se ha reducido a la mitad. Solamente en China, 680 millones de personas han sido rescatadas de la pobreza, y la tasa de pobreza extrema ha bajado de 84 por ciento en 1980 a menos de 10 por ciento hoy. En África, los ingresos per cápita ajustados a la inflación aumentaron por un sorprendente 97 por ciento entre 1999 y 2010. El hambre en la India se redujo en un 90 por ciento luego de que el país sustituyó los 40 años de estancamiento socialista con las reformas capitalistas de 1991.
Uno simplemente puede observar la diferencia entre países que han adoptado el capitalismo de libre mercado, en distinto grado, y aquellos con economías rígidamente controladas por el Estado. Recuerden la comparación clásica entre Alemania Oriental y Occidental antes de que cayera el muro, o ahora, entre el Norte y el Sur de Corea.
Pero tal vez más revelador que tales ejemplos extremos es el hecho de que los países en el cuartil más alto de la Libertad Económica en el Mundo: Informe Anual 2013 publicado por el Cato Institute, tuvieron un ingreso per cápita promedio de $31.501 en 2009, comparado con $4.545 para aquellas naciones en el cuartil más bajo. El 10 por ciento más pobre de la población en las naciones económicas más libres tuvo un ingreso que más que duplicaba el ingreso promedio de las naciones con menos libertad económica.
Milton Friedman señaló que “los únicos casos en que las masas han escapado de…la pobreza extrema…en la historia conocida se encuentran en donde han tenido capitalismo y un comercio relativamente libre. Si usted quiere saber dónde están peor las masas, es exactamente en el tipo de sociedad que se apartan de eso”.
Esto no debería sorprender a nadie que no pertenezca al movimiento OWS o a la administración Obama. Es el capitalismo lo que desata e incentiva la innovación, la creatividad y el descubrimiento. La gente se enriquece proveyendo bienes y servicios que son deseados por otros. Aquellos que descubren nuevos o mejores servicios es probable que se enriquezcan más rápido. Un tercio del rico “1 por ciento” de los estadounidenses son empresarios o ejecutivos de negocios no financieros. Cerca de 16 por ciento son doctores u otros profesionales médicos. Los abogados constituían un poco más del 8 por ciento y los ingenieros, científicos, y profesionales en informática constituían otro 6,6 por ciento. Estos capitalistas no solamente crean riqueza; nos proveen de los bienes y servicios que hacen que nuestras vidas sean más largas, mejores y más cómodas.
El capitalismo no solo produce riqueza, genera oportunidades. En un sistema capitalista, el futuro de un individuo no está determinado por la casta o un status social heredado. Considere que 80 por ciento de los millonarios estadounidenses son la primera generación de su familia que obtienen dicha riqueza.
De hecho, muchos de los críticos tempranos del capitalismo lo desdeñaban porque permitía que los comerciantes y otros surjan por encima de lo que era considerado su posición natural. El capitalismo amenazaba el viejo orden social. Y todavía lo hace hoy. La raza, la religión, el género y la orientación sexual son irrelevantes, permitiendo que los individuos se impongan ante las actitudes sociales y la discriminación histórica. Para citar tan solo un ejemplo, a pesar de la historia deplorable de la esclavitud y el racismo en EE.UU., hoy hay por lo menos 35.000 afroamericanos que son millonarios.
Finalmente, es importante recordar que el capitalismo está basado en la interacción y el intercambio voluntarios. Es la antítesis de la fuerza y la violencia. Los sistemas basados en “distribuir la riqueza” inevitablemente deben imponerse ante por lo menos algunas personas. Si a mi me desagrada la Corporación X por alguna razón, si creo que hacen productos terribles, o son malos ciudadanos corporativos, o lo que sea, puedo negarme a hacer negocios con ellos. Intente decirle eso a la autoridad tributaria.
Ciertamente este país, como gran parte del mundo, ha atravesado unos años difíciles. Pero si queremos una vez más encaminarnos hacia el crecimiento y la prosperidad, estaríamos mejor escuchando más a Bono y un poco menos al movimiento OWS.
Este artículo fue publicado originalmente en The National Review Online (EE.UU.) el 18 de septiembre de 2013.
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