Juan J. Molina

Juan J. Molina
Juan J. Molina

viernes, 27 de septiembre de 2024

 



LA FUNDACIÓN KOI 

(fragmento)

...Dos cervezas y dos sakes más tarde me encontraba a pocos metros del portal de mi apartamento, una lucecita roja brillaba delante de una silueta de mujer y una nube blanca desdibujaba su rostro, pero la escena me era familiar.

-          Buenas noches Marisa

-          Buenas noches jefe

-          ¿Todo bien?

-          Espectacular

A estas alturas ya no me sorprendió la palabrita de marras, desde que Fenghuang se cruzó en mi camino todo ha empezado a ser “espectacular”, espectacularmente extraño.

-          ¿Te quedas?

-          Si me lo pides…

-          Quédate

-          No es muy romántico, pero me vale

Subimos en el ascensor sin tocarnos, sin hablar, sólo escrutándonos con la mirada, imaginando lo que había debajo de la ropa y saboreando mentalmente lo que vendría después. Abrí la puerta del apartamento y me fui directamente al frigorífico, cogí una botella de agua fresca y di un trago largo y reconfortante, con los ojos cerrados, sintiendo como el agua fría recorría mi garganta y se perdía en mi interior como un río de agua helada, cuando abrí los ojos ella estaba allí, en el quicio de la puerta de la cocina, completamente desnuda, mirándome fijamente; vino hacia mí, me besó y luego cogió mi cabeza y llevó mi boca hasta sus pezones, rosados y suaves como gominolas, después me empujó hacia abajo hasta ponerme enfrente de su sexo y me apretó contra él, yo me dejaba hacer, era divertido y las cervezas me tenían un poco aturdido. Al cabo de un rato empezó a quitarme la ropa con ansia, casi arrancándomela, la cogí en brazos y la llevé hasta la cama y allí fornicamos como dos animales en celo, como si no hubiera un mañana, su cuerpo se contorsionaba y emitía pequeños gemidos, casi inaudibles, sudábamos como fogoneros en las entrañas de un barco, ella cogía el sudor de mi cuerpo y se lo restregaba por los pechos. Al final llegó al orgasmo, sólo decía oh, oh, oh…muy bajito, yo llegué después, como un alpinista sorprendido por un alud me dejé arrastrar por la voluptuosidad de ese cuerpo generoso, abierto y entregado, empapado en sudor ya del mío, ya del suyo, expiré una bocanada de aire desde lo más profundo y caí sobre ella, no recuerdo nada más...