Juan J. Molina

Juan J. Molina
Juan J. Molina

lunes, 29 de abril de 2024

LA DEMOCRACIA Y SUS DESAFÍOS EN LA ACTUALIDAD

 

¿Democracia «made in China»?

El gobierno chino ha provocado un debate con la presentación de su «modelo» de democracia, donde la disputa obedece a las contradicciones que presenta no solamente con la visión liberal de la misma, sino con la de su propio régimen político.
10 May, 2022
Democracia made in China | Shutterstock
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Articulo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

Aprovechando el proceso de retroceso que vive la democracia liberal, asistimos a una coyuntura donde el descrédito del modelo democrático occidental tiene lugar no solamente en los desencuentros entre las instituciones democráticas y sus representados, sino en la narrativa proveniente de regímenes autoritarios y antidemocráticos.

El gobierno chino divulgó el reporte China: democracia que funciona (documento blanco o White paper en inglés), donde presenta su «versión de la democracia», en un esfuerzo de mercadeo político que fue interpretado como una señal de protesta por su exclusión de la Cumbre por la Democracia convocada por los Estados Unidos a finales de 2021.

¿Qué nos dice el «modelo chino» de democracia?

Este artículo busca hacer un análisis del White paper para poner en discusión la visión sobre la democracia. Para ello, nos permitimos mirarlo desde tres categorías fundamentales que desarrollaremos más adelante: (1) la concepción sobre la democracia, (2) el rol del partido, y (3) el protagonismo del pueblo. El documento blanco tiene las características de una contra-ofensiva discursiva. Es una suerte de reclamo sobre la interpretación errada que se ha hecho del modelo democrático chino.

El texto esgrime que China ha estado haciendo un esfuerzo sostenido por consolidar su versión de la democracia, mientras apunta hacia el fracaso de las otras democracias que han sido incapaces de procurar el bienestar de sus pueblos. Sin embargo, esta argumentación sobre lo que se concibe como democracia en China contrasta, no solamente con la experiencia histórica del modelo, sino con la propia realidad en China. La aspiración del régimen político de convencer que existe una asociación entre la idea de democracia y el régimen político chino carece de evidencia, por lo que el documento parece más un esfuerzo de propaganda camuflajeado como declaración de principios.

[Lee también: El arte de hacer amigos. Cómo el Partido Comunista Chino seduce a los partidos políticos en América Latina]

.A primera vista, China  está tratando de definir su versión de la democracia a partir del sistema político que ha construido.[1] La crisis de des-democratización se ha convertido en una oportunidad para los regímenes autoritarios de reescribir su historia. En el caso de China, ya no se trata de exportar la revolución, o de imponer el socialismosino de la legitimación de un régimen autoritario por vía de la erosión democrática de Occidente.

La misión de los regímenes autoritarios contemporáneos es convencer de que las democracias liberales han fracasado y que son los regímenes iliberales quienes encarnan la verdadera democracia. En este sentido, el documento es revelador, pues al insistir en el «proceso integral de democracia popular», el rol del Partido Comunista Chino (PCC) como instrumento fundamental de control social queda refrendado a lo largo de todo el discurso. Esta es una declaración de supremacía del partido sobre el pueblo.

Manifestantes en Hong Kong con máscaras que simbolizan el silenciamiento de los musulmanes uigures por el PCCh y el movimiento prodemocrático de Hong Kong | Sandra Sanders/Shutterstock

La concepción china de la democracia

La «democracia china» apela a los valores humanitarios, esenciales en cualquier sistema de organización social; son un elemento transversal en el documento. En su intento por convencer sobre la idoneidad de la democracia china, lo que en realidad procura es vaciar de contenido la noción de democracia contemporánea. Intenta justificar que el modelo chino encarna a la verdadera democracia, mientras que las democracias liberales son corruptas y no representan su verdadera naturaleza. Es un intento por reescribir el concepto de democracia para adaptarlo al modelo chino de autoritarismo.

El documento justifica esta aproximación fluida al señalar que la democracia no debe estar sujeta a estándares porque se trata de un proceso flexible que se va construyendo sobre la marcha, debido a que no se encuentra preestablecido, porque de lo que se trata, en realidad, es de la «diversidad democrática». Esta ambigüedad discursiva es intencional, pues sobre esa abstracción cualquier rasgo institucional tiene sentido en un modelo que no es estático desde el punto de vista normativo. El documento aclara que se trata de una dictadura democrática popular, en donde la unidad se construye a partir de la amalgama entre dictadura y democracia.

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El rol del partido

La «democracia china» es un constructo del PCCh. El partido constituye el eje de la vida en China, toda la estructura social está construida sobre la base de la intervención del partido. El PCCh se concibe como el órgano ejecutor de toda política pública, un aparato de centralización de las decisiones políticas.

El documento deja claro que en China no hay partidos de oposición, por lo que no se trata de una democracia competitiva. Además del PCCh, hay ocho partidos políticos que lo acompañan en una red de cooperación. Estos partidos cumplen dos funciones críticas para el régimen político. Por una parte, le permiten al PCCh descentralizar la función de control político territorial, que es una necesidad en un país con más de 1.400 millones de habitantes. Por la otra, son organizaciones intermediarias de alcance local y regional, que sirven de aparato de monitoreo y control político y social, que le reportan al PCCh.

En China, la legitimidad proviene del PCCh, refrendada en una resolución emitida por el Comité Central en noviembre pasado sobre los alcances históricos del partido. El objetivo de expansión de los mecanismos partidistas por encima del Estado —enunciado en dicha declaración— se encuentra acentuado en el documento blanco.

Lejos de ser un sistema multipartidista, la hegemonía del PCCh es incuestionable. Además, no se trata de un partido de masas; por el contrario, es un partido de élites si nos atenemos a las características de su membresía. Esta, a diferencia de partidos democráticos, debe ser sometida para la aprobación de la jerarquía del partido, en un proceso que puede tomar años.

La organización del partido contempla una estructura piramidal donde estas élites tienen el verdadero poder de decisión, por encima de cualquier otra institución política, aun cuando apenas representa cerca del 7% de su población.

Ciudad de Pekín, China | toiletroom/Shutterstock

El protagonismo del pueblo

El pueblo es el eje del modelo, en teoría. La definición de «amos del país» sitúa al pueblo como elemento esencial de la democracia china. Sin embargo, en el discurso también se advierte que la concreción del bienestar al que aspira esta democracia pasa por el fortalecimiento del partido, de manera que el pueblo termina siendo un elemento auxiliar de esa pretensión. El pueblo es visto como un vehículo, pero el fin último es el fortalecimiento del modelo a través del partido, que es el verdadero eje del sistema.

La mejor aproximación al rol del pueblo en el modelo de democracia china es la referencia a una construcción social que no reconoce el valor de sus individuos —en una clara alusión a las debilidades de la democracia liberal—. La insistencia sobre las bondades de un sistema popular donde el partido —y no el pueblo— es el protagonista y actor decisor de la vida de más de mil millones de habitantes, es el reconocimiento de la anulación del pueblo en la ecuación del poder.

Reflexión final

Estamos frente a una práctica que no se limita a China y que, a todas luces, les plantea un reto adicional a las democracias en crisis. No se trata tan solo de recuperar el terreno perdido en materia de protección de instrumentos e instituciones democráticas. Sino, además, de contrarrestar una narrativa anclada en prácticas de desinformación que está influyendo sobre la percepción global acerca de las causas del deterioro de la democracia.

El debate abierto por China obliga a insistir en su falta de valores y prácticas democráticasEs decir, en la ausencia de democraticidad, por lo que el fondo de la discusión debe partir de la rigurosidad conceptual que el estiramiento chino intenta evadir. No se trata de reducirlo a un problema cultural. Las experiencias en Hong Kong, Taiwan y Corea del Sur señalan que la democracia no es ajena a sociedades donde el confucianismo, por ejemplo, ha ejercido influencia.

Finalmente, este debate presenta la doble oportunidad para discutir los valores políticos y epistemológicos de la democracia, dejando claro que los estiramientos conceptuales deben ser señalados y confrontados con la realidad.


[1] El documento dice: «La democracia popular de proceso integral comprende la democracia orientada al proceso con la democracia orientada a los resultados, la democracia procedimental con la democracia sustantiva, la democracia directa con la democracia indirecta y la democracia popular con la voluntad del Estado. Es un modelo de democracia socialista que abarca todos los aspectos del proceso democrático y todos los sectores de la sociedad. Es una verdadera democracia que funciona».

Fuente: https://dialogopolitico.org/debates/democracia-made-in-china/

miércoles, 15 de noviembre de 2023

ANÁLISIS DEL ACUERDO DE INVESTIDURA ENTRE PSOE Y ERC

Análisis del acuerdo de investidura entre Psoe y ERC:

ACUERDO ENTRE EL PARTIDO SOCIALISTA OBRERO ESPAÑOL Y ESQUERRA REPUBLICANA DE CATALUNYA PARA LA SEGUNDA FASE DEL PROCESO DE DIÁLOGO, NEGOCIACIÓN Y ACUERDO

 1. MARCO PREVIO Y ANTECEDENTES


En todo acuerdo y más en uno que se presume bilateral, se debe pedir respeto para los símbolos y las instituciones de ambas partes, más teniendo en cuenta que una de ellas, la nacionalista catalana veja y falta el respeto continuamente a los símbolos y a las instituciones nacionales de España, sin embargo, no se alude en absoluto al respeto que deben de tener los nacionalistas catalanes a los de España.

2. ELEMENTOS ESENCIALES DEL CONFLICTO POLÍTICO


Equipara al mismo nivel la legitimidad parlamentaria con la constitucional, a sabiendas de que, en nuestro sistema político los Parlamentos están bajo la tutela de la Constitución y, por Ley no pueden legislar en contra de ésta, ni sobrepasar los límites que marca la Carta Magna. Un régimen de Monarquía parlamentaria y constitucional se basa en la supremacía legítima de la Constitución, equiparar los Parlamentos a la Constitución es una aberración, del mismo modo se podían equiparar a los ayuntamientos con los estatutos de autonomía, puesto que también son soberanía popular.


No cabe el reconocimiento como nación de Cataluña porque según la Constitución sólo hay una nación: la española y en todo caso, reconoce tres nacionalidades, entre ellas Cataluña. Por lo tanto, sólo cambiando la Constitución se podría otorgar el término nación a una nacionalidad.

3. ACUERDOS DE LA SEGUNDA FASE DEL PROCESO DE DIÁLOGO, NEGOCIACIÓN Y ACUERDO


Hay que empezar diciendo que nadie a judicializado la política, sencillamente unos políticos han cometido delitos y como es lógico, la justicia ha intervenido. En cuanto a la constitucionalidad de una Ley de amnistía, no voy a entrar en el debate porque no soy jurista, sólo diré que confío en que hayamos construido un Estado de Derecho lo suficientemente fuerte y fiable para parar cualquier intento de saltarse la Constitución.

 


El marco político de Cataluña en tanto que modifique su estatus tiene derivadas sobre la situación en que quedan el resto de nacionalidades, comunidades o regiones, por lo tanto, no pueden votar solo una parte, sino que debe opinar el conjunto.



Ese déficit se da en todas las regiones, si se va a paliar el déficit anual con Cataluña, se tendrá que hacer lo mismo con todas las comunidades, como se suele decir, o jugamos todos o se rompe la baraja.


Esto en palabras sencillas viene a decir que el estado pondrá el dinero para pagar la deuda que la Generalitat tiene con el Estado, así cualquiera paga sus deudas, si al que le debo el dinero me lo da para que le pague…Esto no es otra que una condonación de deuda camuflada.


 

Otro chiringuito para contratar personal y dirigido por la Generalitat, pero pagado con dinero de los presupuestos generales del Estado.


Si ese párrafo quiere decir lo que parece decir, es un auténtico despropósito, osea, que priorizaran las necesidades y mejoras de los ferrocarriles de Cataluña por encima de los de cualquier otro territorio.


En este párrafo se abunda en la priorización, mejora continua y financiación anual por parte del Estado de los planes de la Generalitat para sus ferrocarriles, por encima de todos los demás territorios.



 

En esta parte y para curarse en salud, se habla de una modificación legal para todas las comunidades que cifra directamente para Cataluña en el 20% de su deuda con el FLA, unos 15.000 millones de €, dejando muy claro que, a pesar de la condonación, si lo estiman oportuno volverán a pedir dinero al FLA, normal, si después se lo condonan.


Más Mossos pagados también por el Estado español.


Más juzgados y más dinero del Estado.


Más dinero para recursos penitenciarios.


Competencia exclusiva para la Generalitat en materia de investigación y desarrollo, pero eso sí, con financiación estatal.


Todo lo dicho anteriormente y dos millones más…


Traspaso de inmuebles de titularidad del estado a titularidad de la Generalitat, por la face.

Aparte de las cuestiones económicas que priorizan a Cataluña por encima del resto de territorios, lo que supone una discriminación entre ciudadanos de este país, lo más grave es el concepto de conflicto democrático entre Parlamentos y Constitución poniendo la legitimidad de ambos al mismo nivel, de manera que la Constitución queda abolida de facto pues lo que salga de los Parlamentos tiene derecho propio por encima de ella por ser soberanía popular, todo un despropósito ideológico y una carga de profundidad a nuestro sistema democrático.


domingo, 30 de julio de 2023

¿Es el momento de una izquierda liberal?

Ese espacio electoral está disponible y podría condicionar el futuro el país, en lugar de hacerlo Puigdemont o Bildu

                                                                                                                   Ilustración de Erich Gordon

No se pueden ganar unas elecciones ni influir en el resultado sin presentarse. Ese es el error de la izquierda liberal (me incluyo), que ha estado presente en los medios de comunicación y ausente en las papeletas que los ciudadanos podían escoger a la hora de votar; y que, por eso, como se lamentaba vanamente Felipe González, sigue hoy «huérfana de representación». La esperanza de esa izquierda se cifraba en reconstruirse en torno al PSOE después de la derrota de Sánchez. Eso no ha funcionado. Si esa izquierda liberal, además de escribir artículos sobre España y el Estado de Derecho cómo grandes ideas para una agenda progresista, se hubiera presentado a estas elecciones, tal vez tendríamos ahora en el Parlamento un partido de izquierdas con suficientes diputados para condicionar el curso del país, en lugar de que lo hagan Puigdemont o Bildu.  

El error de la izquierda liberal, que en parte nos ha conducido a esta situación, se podría todavía subsanar si se tuvieran que convocar nuevas elecciones en diciembre. Parece evidente que el 23 -J no fue «el momento» del Partido Popular de Feijóo.  La pregunta que queda por responder es si con el bloqueo político resultante, el horizonte de una posible repetición de elecciones generales y la seguridad, en todo caso, de unas europeas en junio de 2024, ha llegado el momento del regreso de una izquierda liberal a España, cuya esperanza ya ilusionó a los españoles durante la transición a la democracia.

Puigdemont con su abstención tiene ahora la llave de La Moncloa. El precio a pagar por el llamado «bloque progresista» está por tanto muy claro: un referéndum de autodeterminación en Cataluña. Si Sánchez no incluye de nuevo de tapadillo (como acostumbra) este referéndum no podrá gobernar. Esa es la situación. Feijóo, por su parte, a pesar de haber ganado, lo tiene prácticamente imposible; porque el PSOE de Sánchez (nunca ha sido más suyo) jamás se abstendrá ni llegará a ningún pacto con el partido que lo desplazaría del poder. El resumen de todo esto es que solo hay dos salidas para el actual bloqueo, o bien un referéndum de autodeterminación en Cataluña (que Sánchez se encargará de disfrazar de otra cosa más adelante) o una repetición de elecciones en diciembre. 

En 1976 la letra de una canción del grupo Jarcha «Libertad sin ira» nos pedía que nos guardáramos nuestro miedo y nuestra ira «porque hay libertad/sin ira, libertad. /Y si no la hay sin duda la habrá». El 23 -J fue una fiesta de la libertad y de la democracia con una alta participación electoral en pleno verano, pero lo que también resulta evidente es que muchos españoles no se han guardado  aún ni su «miedo» ni su «ira» ni han olvidado que «hubo una guerra» en España como se decía en la letra de esa canción: «Dicen los viejos que en este país/hubo una guerra/que hay dos Españas que guardan aún/el rencor de viejas deudas/, pero yo sólo he visto gente/muy obediente, / hasta en la cama;/gente que tan sólo pide/vivir su vida, sin más mentiras y en paz». 

«No existe una alternativa a la actual coalición gubernamental que contenga a Vox dentro de ella»

En la noche electoral quienes recordaban en la sede de Ferraz lo de la guerra eran ahora los jóvenes militantes del PSOE coreando ante Sánchez el eslogan de la defensa del Madrid de la República: «No pasaran». Es eso lo que también está en la mente de los electores de Sumar; y con ello hay que contar. En España ha triunfado, en consecuencia, el miedo a Vox antes que el miedo a Bildu y Puigdemont; y hay que tomar nota de que no existe, por tanto, una alternativa a la actual coalición gubernamental que contenga directa o indirectamente a Vox dentro de ella.  La única esperanza de alternativa sería pues la construcción del espacio político de una izquierda liberal.

Ese espacio ideal que ya estuvo presente en las elecciones de 1977 cuando el eurocomunista PCE (cuyos militantes  se habían enfrentado a la dictadura), se presentó  con el eslogan «socialismo en libertad» y un  renovado PSOE  (ausente de esa lucha  porque había sido recreado muy poco antes por Felipe González y un grupo de sindicalistas y abogados) con uno  muy parecido: «socialismo es libertad».  Un viento de socialismo liberal recorría el país en la izquierda y un sano liberalismo reformista en la Unión del Centro Democrático (UCD) que reunía entonces a liberales, democristianos, conservadores, y algunos funcionarios del anterior régimen, dejando solo fuera a lo que hoy sería Vox (la Alianza Popular de entonces, pero sin la inteligencia de Manuel Fraga). Los eurocomunistas españoles proclamaban aquellos días que dictaduras ni la del proletariado (ninguna), y abogaban por la reconciliación nacional y las libertades políticas. Los socialistas establecían una ecuación de igualdad entre socialismo y libertad. Más allá de ideologías la gente quería libertad en todos los sentidos; y eso es lo que trajo a España aquella generación de la verdadera movida, la de la oposición democrática al franquismo.  

¿Pero dónde puede rebrotar ahora esa delicada planta del progreso en libertad (la que cultivamos en la transición a la democracia y en los primeros gobiernos de un partido socialdemócrata en España)? No parece que pueda hacerlo en Sumar, el terreno donde han terminado los restos esclerotizados del PCE ya sin eurocomunistas, Podemos, y un popurrí de izquierdas provincianas. El erial en el que ha convertido Pedro Sánchez al PSOE es también un terreno abrupto; y después del resultado del 23-J creo que irrecuperable para esa izquierda liberal.  ¿Bajo las siglas de Ciudadanos que con su ausencia ha contribuido a que el PP haya ganado (formalmente al menos) estas elecciones? Lo veo difícil, pues lo que pudo ser y no fue (un Ciudadanos de izquierdas), feneció hace tiempo con su renuncia a formar gobierno con el PSOE, y más recientemente con su decisión (gran servicio al país) de no presentarse a las últimas elecciones.

 ¿Resucitamos entonces a UyPD (Unión, Progreso y Democracia) ?, pues también podría ser, pero tanto las resurrecciones como las vidas artificiales (véase a Frankenstein) no creo que nos lleven a buen puerto.  ¿Unas nuevas siglas entonces que agrupen a socialistas liberales dispersos hoy en el PSOE, y en las sucesivas experiencias fallidas del Centro Democrático y Social (CDS), UPD y Ciudadanos? Tal vez, ¿por qué no? Las siglas Izquierda Liberal están disponibles tanto en el registro de partidos políticos como en el espacio electoral. 

De hecho, en mi opinión, el gran fiasco de Ciudadanos fue precisamente intentar suplantar al PP en la derecha en lugar de ocupar en la izquierda el amplio lugar que había dejado vacío el PSOE con los gobiernos de Zapatero y Sánchez. Si lo hubiera hecho le habría restado votos a un PSOE aliado al independentismo en lugar de quitárselos a un PP centrado. Ese espacio sigue libre hoy, tanto para unas hipotéticas elecciones en diciembre cómo para las próximas elecciones europeas de junio de 2024.  Una izquierda liberal podría agrupar, además del millón de votos del PSOE  que los analistas creen que por miedo a Vox no se han sumado a la alternativa a Frankenstein, a muchos más ciudadanos.

«La democracia es mucho más que el gobierno de la mayoría; es también el respeto a las minorías y a los derechos fundamentales»

Se trata de un espacio en el que no se cree que baste con tener un gobierno elegido por la mayoría para tener democracia y libertad. Cómo subrayaba Stuart Mill, en su ensayo Sobre la libertad’, «la voluntad del pueblo significa, en realidad, la voluntad de la porción más numerosa y activa del pueblo, de la mayoría, o de aquellos que consiguieron hacerse aceptar como tal mayoría. Por consiguiente, el pueblo puede desear oprimir a una parte de sí mismo, y contra él son tan útiles las precauciones como contra cualquier otro abuso del poder. Por esto es siempre importante conseguir una limitación del poder del gobierno sobre los individuos».  Se entiende muy bien a Stuart Mill si uno piensa lo que hubiera podido pasar, sin leyes que lo impidieran, con las mayorías de Trump en EE UU o de Bolsonaro en Brasil; lo que ha pasado cuando una mayoría ha podido destruir las que limitaban su poder, como ha sucedido con Maduro en Venezuela o Daniel Ortega en Nicaragua; o lo que puede suceder ahora en España con un gobierno mayoritario apoyado en la abstención de un prófugo de la justicia.  

La limitación de las mayorías (que también pueden convertirse en déspotas) reside en la Constitución y en las leyes, que protegen derechos de cada uno de nosotros que nadie está legitimado a ignorar: el derecho a la vida, a la libertad y la identidad personal, el derecho de expresión, de reunión, de asociación, los derechos de ciudadanía, nuestra pertenencia a una nación, nuestro derecho a la intimidad, a nuestras preferencias y gustos personales, etc., etc.… La democracia es mucho más que el gobierno de la mayoría; es también el respeto a las minorías y a esos derechos fundamentales; de forma que un día la minoría pueda convertirse en mayoría. La democracia no puede darse sin un Estado de Derecho. Una izquierda liberal que defienda estas ideas es hoy totalmente necesaria en España. No demos por perdido nuestro país. La grandeza de la democracia consiste en que cuando pensamos que la mayoría se equivoca podemos actuar para que rectifique. Haríamos bien, por tanto, en no seguir únicamente interpretando lo que sucede «cuando de lo que se trata es de transformarlo». 

Cómo advierte Stuart Mill «la disposición de los hombres, sea como gobernantes, sea como ciudadanos, a imponer sus opiniones y gustos como regla de conducta a los demás, está tan enérgicamente sostenida por algunos de los mejores y peores sentimientos inherentes a la naturaleza humana, que ésta no deja de hacerse imponer más que en caso de que le falte poder para ello». Desde luego no parece que si alcanza de nuevo el poder a Sánchez le vaya a flaquear esa terrible disposición. En cambio, le  seguirá acompañando, sin duda, la querencia para obligar a los demás a vivir como uno quiere que vivan, que ya  ha demostrado estos años con creces (los excesos de la ideología de género y  del nacionalismo  catalán obligatorio, la demonización de la tauromaquia y la caza, la imposición del lenguaje inclusivo y  del catalán exclusivo, la enseñanza administrativa de la «nueva masculinidad», lo malo que es comerse un chuletón, etc…); pero,  como dice Stuart Mill, la especie humana ganaría «en dejar a cada uno que viva como le guste, más que en obligarle a vivir como guste al resto de sus semejantes». 

Publicación original: https://theobjective.com/espana/2023-07-29/momento-izquierda-liberal/